lunes, 26 de julio de 2010

Clasificación tributaria poco ortodoxa (cont.)

Había dicho algo así como "mañana pongo la segunda parte", y pasó poco más de un mes (?), pero bueh... firme junto al pueblo, cumplo finalmente en terminar con el resumen de el texto sobre límites psicológicos a la carga fiscal. El texto es un capítulo de un libro de Maurice Laure, quien si no me equivoco es que diseñó un impuesto indirecto que finalmente terminó transformándose el en IVA (pavada de antecedentes). La primer parte se puede leer acá.

Impuestos anestesiantes

Laure dice que hay tres grupos de impuestos con efecto "anestesiante": los que le permiten al contribuyente creer en la existencia de una contrapartida, los disimulados en los precios y los percibidos por retención indirecta.

Impuestos que permiten creer en una contrapartida

Todos los impuestos tienen como contrapartida los servicios que ofrece el estado. El estado, incluso, ofrece otros servicios que no están financiados por impuestos (hablo de empréstitos, ingresos originarios, etc.). El problema es que normalmente esto no es percibido por el contribuyente, a diferencia de lo que ocurre con determinadas categorías tributarias.

Laure dice que estos impuestos no sólo permiten ver la contrapartida, sino que incluso la amplifican por encima de la realidad.

Tomo dos de los ejemplos, los que parecieran ser más aplicables a nuestro sistema. El primero, los derechos de registro en los Registros Públicos. De alguna manera, se paga por la "noción de formalidad" que ofrece la oponibilidad a terceros de lo que sea que se registra. El particular lo paga sin chistar, porque ve en ese costo una garantía para salvaguardar los intereses que quiere proteger. Me parece que no habla de derechos reales, sino más bien de algo parecido a las escribanías, o sea, a protocolizar una escritura.

El otro ejemplo que nombra es la Lotería Nacional. Cito, para no restar brillo: "se impone la impresión de que existe una contrapartida, y ésta resulta tan clara, que los contribuyentes pagan voluntariamente el impuesto que la lotería representa. El estado vende, por un precio superior a su valor, la esperanza de ganar".

Impuestos disimulados en los precios

Como decía en la entrega (?) anterior, los impuestos indirectos tienen la particularidad de ser pagados por personas que saben perfectamente que, en definitiva, no los soportan.

Cuando compro una gaseosa en un kiosco: el impuesto me lo están cobrando (21%, saladito...), y sin embargo, estoy tan acostumbrado que no me doy cuenta. El impuesto directo se ve a flor de piel... cuando tengo que hacer una declaración jurada, me acuerdo del Congreso, el Inspector General, sus respectivas madres, etc. Los impuestos indirectos están camuflados.

Además, el que tiene que ingresar el impuesto, ante la inflación o un aumento de cualquier índole de sus costos, no se ve afectado en su ganancia, sino que simplemente calcula el aumento y traslada el impuesto. Por otro lado, el impuesto indirecto (un porcentaje sobre cada producto que vende) es muy simple de liquidar, el comerciante no necesita, por ejemplo, un contador.

Impuestos retenidos en la fuente

La propiedad del impuesto indirecto de disimular el impacto de la presión fiscal integrándola al gasto funciona como anestesiante. Es por eso que se buscaron mecanísmos análogos para aplicar a los impuestos directos. Es decir, cobrar el impuesto directo como si fuera un impuesto indirecto, haciendo que el que lo tiene que ingresar no sea el que efectivamente lo paga.

El procedimiento de retención en la fuente inclina al contribuyente a admitir que sus recursos se limitan a las cantidades netas que perciben. Cuando a mi me preguntan cuanto gano, nunca digo el bruto, aunque lo cierto es que mi sueldo es ese y no lo que efectivamente cobro. Los descuentos parecieran pasar desapercibidos.


Bueh, hasta ahí lo que me interesaba contar. Sé que es más choto que lo que escribí la vez anterior, pero tengo la cabeza en otro lado. Además, la primer parte del capítulo era mucho más interesante, y tiraba puntas -contrario sensu- sobre lo que iba a decir la segunda, con lo cual no tiene mayor sentido explayarse sobre ésta. Esto es todo y espero que les haya gustado, chau.

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